Por su anatomía, la sardina es un animal fácil de distinguir. Su cuerpo es esbelto y alargado. Posee escamas ovaladas, con bordes lisos y ligeramente calcificadas. Son resplandecientes, y esto se debe a las capas de cristales de guanina que, mezclados con el citoplasma, crean reflectores de luz que no se polarizan.
Esos destellos lo usan a su conveniencia para comunicarse y protegerse. Los dirigen hacia sus depredadores para desorientarlos y cegarlos.
Tiene mucha agilidad y dinamismo, destrezas que no solo obedecen a su capacidad para nadar, sino también a la agudeza de sus sentidos.